Cuéntame una historia #30: aprendiendo entre metralletas

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14 de julio de 1915. Un calor insufrible tras el uniforme, bajo el humo de fosgeno y cloro, provocado por las nuevas armas asesinas alemanas tras la industrialización. me llamo Aaron, soy capitán de la Artillería, por lo tanto tengo una responsabilidad muy grande sobre los soldados que están bajo mi cargo, lucho por defender a mi país, Francia. Estamos estancados a dos metros y medio bajo tierra entre Bélgica y Francia. Estás trincheras permiten frentes más estables, aunque no pensamos que nos quedaríamos tanto tiempo metidos. Esto causó muchas muertes, ya que a pesar las muertes causadas por la artillería e infantería, hubo falta tanto de higiene cómo de alimentos. 

Al principio, mi primer objetivo era servir a mi patria y ganar está insufrible y sangrienta guerra. Pero en esos momentos te das cuenta de lo que de verdad importa, no luchas por ganar una guerra, sino para defender y cuidar a las personas que quieres. Me di cuenta de esto cuando un 26  de junio, mi mejor amigo Juan, con quién había vivido tantas guerras contra los rusos y los alemanes en mi sótano cuando tan solo teníamos 10 años y tantos sueños habíamos compartido de luchas defendiendo nuestro país, recibió un balazo rozando el pulmón derecho. A partir de ahí, mi único propósito fue curarle y mantenerlo con vida yo que no podría sufrir su muerte. La bala ya sé la sacamos, pero el problema era una posible infección en la herida a causa de la falta de higiene.

 Quería terminar esta guerra para que se pudiera recuperar del todo, también luchaba por mi familia, a la que tanto echaba de menos, sobre todo a mi mujer Lizzy. 

Recuerdo bien ese 12 de febrero de 1907, cuando la vi por primera vez en la boda de mi hermana Carmen, en cuanto vi esa hermosa sonrisa, esos ojos azules, ese pelo dorada…, me enamoré loca y perdidamente de ella, mi corazón parecía que se iba a salir. Vestía con un hermoso vestido largo rojo. Yo era un chico sencillo, humilde, pero con mucha facilidad para hablar con la gente, sin embargo, aunque yo quería hablar con ella, por 2 segundos mi cuerpo no respondía. Me quedé inmóvil, incapaz de moverme. Finalmente mis ganas superaron mi inseguridad de hablar con ella.

  • ¿Te puedo invitar a una copa? -Me sentí a gusto con ella.

Hablamos de temas únicos y originales. De esos que ya nadie se plantea y que yo cansado de la ignorancia el mundo, nunca comparto con nadie aunque desearía hacerlo, pero por la falta de valoración, interés o desconfianza de los demás, no los comparto.

Lizzy es una persona muy interesante, con un gran corazón, se preocupa muchísimo por las personas que quiere. Es muy inteligente, sabe mucho sobre todo, ya que es muy curiosa y se interesa por ello. Tiene las ideas muy claras y actúa conforme a ellas no se deja llevar por la sociedad y por eso mismo destaca en la misma. Es el tipo de persona que necesita el mundo. Tiene algo que hace que la admire muchísimo y siempre aprendo algo con ella. Le gusta mucho el arte y esto ha hecho que yo lo descubra y que me aficioné también por el. Es la mujer más increíble que he visto en toda mi vida, no sé que he hecho para merecérmela, pero no me imagino una vida sin ella. 

Eran tiempos duros y difíciles, el general Joseph siempre nos decía que lo único que nunca hay que perder es la esperanza. Aparte de general es un muy buen hombre, así que se le ocurrió una forma de animarnos ya que tras varios días estando en pésimas condiciones y sin lograr avanzar nada a la victoria, hizo una hoguera y reunió a todos los soldados. Primero cantamos nuestro himno Nacional, es increíble que solo una idea de una persona tenga la capacidad de recobrar el ánimo a cientos de personas y como un pequeño gesto pudiese valer tanto.

Tras esto nos sentamos otra vez en la hoguera para entrar en calor y compartimos historias para animarnos y apoyarnos entre nosotros, ahí vimos lo mucho que había cambiado todo, esos pequeños detalles que ni te das cuenta del valor que tienen a pesar de ser pequeños y una tontería y lo mucho que puedes llegar a echarlos en falta. Como por ejemplo una taza chocolate caliente en las tardes frías o días en tu casa aburrido yendo directamente a la nevera a ver que no hay nada que te apetezca irte, a los 2 minutos volver esperando encontrar mágicamente más comida, pero esto no pasa y repetir este proceso continuamente. Era irónico verdad, antes quejándonos porque no teníamos la comida que nos gustaba y ahora muriéndonos de te hambre. Pero todo esto era por un motivo, un fin, qué tarde o temprano acabaría, y si Dios quería, volveríamos a nuestra casa sanos y salvos, teniendo una oportunidad de volver a estar con nuestras familias y valorarlas más que nunca.

En 1918 volví a ver a mi amada. La guerra había acabado victoriosamente, aunque la alegría de la victoria no superaba al dolor por todo lo sufrido, todos los soldados, compañeros, amigos como Juan, personas que habíamos perdido. Pero bajo ese enorme sufrimiento, había un enorme amor.

Entre disparos, bombas y metralletas empecé a valorar de verdad.

No es necesario que nadie viva esta experiencia solo para aprender a valorar lo que de verdad importa, pero sí me gustaría que dedicarse 10 minutos de vuestro día a daros cuenta de todo lo que tenéis, pocas cosas serán de verdad necesarias, todo lo demás son un regalo y por ello hay que agradecer y valorar todo lo que tenemos ya que algún día podrían no estar. Hasta que no hay una falta de las cosas no las valoras de verdad. Con esto no me quiero referir meramente a lo material ya que no es, ni mucho menos, lo más importante y necesario.

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