Cuéntame una historia #46: los barrotes de la mente

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– ¡Johnny! Te toca.

-`Esta es la historia de cómo (…) Entonces fue cuando me caí y al levantarme le vi (…)´.

– ¡No hombre! Esta ya la has contado, siempre la misma, otra por favor, una nueva.

-¡No es verdad! -Respondí malhumorado-  Bueno, déjame pensar, creo que ya lo tengo,se titula: `los barrotes de la mente´. Esta seguro que nunca la has escuchado.

-¡Qué buen título! Cuéntame de qué trata.

– Una vez oí hablar a un joven preso acerca de su propia libertad, parece paradójico pues se encontraba encerrado a causa de un malentendido, según él. Sus padres no podían ir a verle, o no querían, quién sabe. Se encontraba solo, rodeado de criminales y con los recursos suficientes para sobrevivir, no tenía nada más que su propio mono de preso, que ni siquiera era suyo, y su mente. Lo único que le ayudaba y le mantenía con esperanza, eran las historias, pensamientos, ideas y sueños que éste joven preso tenía. Él sabía que nadie podía quitarle eso, sabía también que no tenía nada más, pero pasado un tiempo incluso agradeció a Dios lo que tenía, daba las gracias por su libertad. Los presos de su zona se sorprendían, incluso le llamaban raro y hasta endemoniado, lo despreciaban. Lo que pasa es que esos presos le envidiaban, pues muchos de ellos no tenían esperanza, no les quedaba vida casi y no tenían sueños o propósitos. Esa envidia la convertían en desprecio e incluso agresividad. El joven preso sí tenía sueños y el más grande de ellos era convertirse en profesor, no importaba la materia, tenía ganas de enseñar a las mentes más jóvenes, a las que serían las futuras generaciones. Incluso se preparaba para ello, practicaba en frente de la pared como si ella fuera su clase, y  daba una completa lección acerca de cualquier tema que se le ocurriera, y así cada día. Nunca se le acaban los temas y cada día conseguía enseñar algo nuevo a alguien. A todo esto, la mayoría de los reclusos de la zona D (la zona en la que el joven preso estaba) daba la casualidad de que no sabían mucho, no eran grandes conocedores de las letras ni de las ciencias, había algunos que habían cursado el bachillerato pero suponían la gran minoría. Esa situación le apenaba y a la vez le alegraba, al joven preso, pues tenía la oportunidad de enseñar y ayudar a enriquecer la mente de muchos, lo veía como tarea dificil pero no como tarea imposible, eso le ayudaba a seguir adelante, a luchar por ayudar cada día a quienes más pudiera mejor. Al principio nadie le escuchaba, poco a poco uno o dos reclusos se acercaban a escucharle, él los llamaba sus `alusos´. No quería llamarlos alumnos porque no estaban en un colegio y no quería manchar el nombre del gran prestigio del alumnado.` Alusos´ lo inventó mezclando las dos realidades en las que se encontraban, o por lo menos le gustaba pensar que así era: Alu- de alumnos y -sos. de presos. El joven preso pasó desde los 23, que es cuando internó en la cárcel, hasta los 28 exactamente siendo un recluso rechazado, incluso a veces le pegaban, tenía un par de amigos `sus alusos´pero eran, como él los llamaba `un poco pardillos´y preferían no meterse en peleas. Fue en su 29 cumpleaños en pleno julio, día 18 en concreto, cuando otros tres presos empezaron a interesarse por las lecciones del joven preso, llevaban un tiempo echándole ojo y metiendo antena discretamente a sus lecciones pero eran incapaces, debido al orgullo, de reconocer que dentro de la cárcel puede uno actuar y aprender libremente tal y como lo hacen los alumnos de verdad en el exterior de las rejas.

El joven preso más contento que nunca, acababa de aumentar su clase de dos a cinco alumnos, sonreía de oreja a oreja, todo le iba bien y estaba que no se lo creía. Debido a la ampliación de su `alusado´decidió añadir una nueva parte a la lección diaria, a partir de entonces mandaba lo que nosotros llamamos deberes, él los llamaba llaves. Le fascinaba la idea de mandarle a sus alusos llaves (deberes), ellos al principio no entendían el nombre, entonces fue cuando Richard, su mejor amigo, le preguntó: `¿Por qué llaves? ¿De dónde viene el nombre?´. El joven preso pensó con delicadeza su respuesta y tras un minuto de meditación respondió: `Lo que os mando para que penséis y mediteis en vuestras celdas antes de dormir, no es nada diferente de  una llave, bueno en efecto no es algo físico lo que os mando, pero al igual que una llave (física) abre una puerta, esta llave que os doy yo si la utilizais correctamente es capaz de abrir mucho más que una sola puerta, es capaz de abrir las rejas de la mente, de vuestra mente. Seréis capaces de hacer esto mismo que hago yo en clase.´

Richard contestó a punto de reírse: `Pero chico, cómo puedes decir eso, si no somos capaces de entender lo que nos cuentas en tu clase, nos cuesta, somos lentos y tercos´. El joven le dijo: `Por eso mismo Richard, amigo mío, toma la primera llave: ésta noche intenta recordar una historia con moraleja, piensa qué significa la moraleja para nosotros, los reclusos, mañana nos la cuentas. ´. Richard se quedó pensando y pasado un rato se fue a su celda con una gran sonrisa y decidido a utilizar la llave para ser como su buen amigo. El joven recluso se convirtió en un ejemplo para toda la zona D, llegó un punto en el que todo el mundo le conocía, pasó a ser conocido como el `profesor D´pocos sabían su nombre real, pero todos sabían quién era, incluso se peleaban por las `llaves´. Todos querían `llaves´, todos querían pensar en algo real, razonar, aprender. Literalmente tenía ansias de saber. Pasados unos años, cuando el joven preso ya tenía 37 años recibió una visita que le emocionó. Su buen amigo Richard, quien había salido hacía ya 6 años y 86 días y al cual echaba mucho de menos, había ido a visitarlo y le contó lo que había hecho después de cumplir condena. El joven preso quedó perplejo ante los logros de su buen amigo ¡Estaba irreconocible!. Richard se matriculó en la universidad de Harvard como abogado de defensa, se había casado con una mujer bellísima y había formado una familia preciosa. El joven recluso no podía estar más contento y orgulloso, y fue aún mayor su alegría cuando Richard le confesó la razón por la cual se había hecho abogado: `Para volver a llevar a juicio tu caso, amigo, llevar a juicio tu injusto encarcelamiento´. En ese instante el joven se echó a llorar de la emoción, no podía creerlo. 

Richard cumplió con su prometido, y el dia 15 de marzo del año 2000 el joven preso fue absuelto de todos los crímenes, de los cuales él NO había sido culpable sino incriminado falsamente. Patrick, otro de sus `alusos´, el quinto exactamente, fue quien capturó al verdadero criminal, tras alistarse a la academia de policía. `En nombre del profesor D´ fueron sus exactas palabras. El joven durante su en encarcelamiento consideraba que era una persona con suerte y feliz, cuando salió supo que estaba equivocado y que sí podía ser aún más feliz, en ese momento lo era. Ya por fin podía cumplir con el sueño que llevaba tanto tiempo esperando, aún así era verdad que ya había sido un verdadero profesor pero él quería alumnos con mentes a formar, estaba deseandolo. Tuvo que terminar la carrera de magisterio, la cual sacó con matrícula de honor. Una vez terminada y con el diploma en mano solo quedaba encontrar un colegio. Fue cuando unos días después de su graduación y de haber acabado el TFG, recibió una llamada de la secretaria del director del colegio de su infancia, que le ofrecía un puesto fijo como profesor de primaria en su centro escolar. 

Llegó entonces el primer día de clases, por fin había cumplido su sueño, qué más necesitaba, era la persona más feliz de la faz de la tierra o por lo menos así se sentía, llegó el gran momento, la clase ya estaba llena de niños y pensó en cómo había cambiado su vida y en cuanto bien podría hacer con la gran oportunidad de la vida la había presentado, dio gracias a Dios y entró por la puerta, se giró hacía la clase y dijo más sonriente que nunca:

`¡Buenos días niños! Soy el profesor John, mis amigos me llaman Johnny, y vengo a enseñaros a disfrutar del colegio.´

Fin de la historia.

-¡Hala qué fuerte! El profesor se llamaba como tú, y ¡Me ha parecido entender que cumplía también el mismo día!

-Johnny soltando una carcajada le respondió- Toma una llave.

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