Cuéntame una historia #12: Querida Julia

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Querida Julia:

Hace tiempo; en el año 2020 hubo una pandemia que afectó al mundo entero y se pusieron países enteros en `cuarentena´.  Un día mientras esto sucedía y todo el país estaba `confinado´ en sus casas; ya aburrida de hacer todos los días lo mismo decidí aprovechar después de la comida para hacer orden y limpieza en el piso en el que vivía entonces. Encontré muchas cosas en las cajas de mudanza que tenía en el cuartito del fondo; fotos, libros, cuadros, ropa… Cuando ya me había cansado de estar tanto tiempo de pie me senté un rato en el suelo y vi una caja que no me sonaba de nada; no era mía; pero tampoco recordaba que fuera de María, mi compañera de piso. Pensé que quizá fuera una de esas cajas que dejó allí Sara, la mujer que nos vendió el piso, y que nosotras habíamos guardado para cotillear un día. Estaba ya tan aburrida; que, aunque María estaba durmiendo; la abrí yo sola y empecé a sacar las cosas que había dentro.

 Lo primero que se veía al abrir la caja era un sencillo pero hermoso vestido de noche, rojo y aterciopelado. Se veía; por el corte y la confección que era un vestido de esos que ya no se hacen; probablemente ajustado a la medida de la dueña, una pieza única hecha a mano; no como las copias que hacen las máquinas de hoy en día. Después de sacarlo encontré unos bonitos zapatos a juego.  Hice una pausa; colgué el vestido en una percha y empecé a preguntarme ¿de quién sería? ¿quién lo habría llevado? ¿Cuándo? Y… ¿querría recuperarlo? ¿sería importante para ella? Seguí rebuscando en la caja para ver si encontraba la respuesta a alguna de mis preguntas; quizá hubiera una foto, una factura o algo que pudiera decirme de dónde había salido aquel vestido. Encontré entonces; al fondo de la caja una foto en blanco y negro; en ella se veía a dos jóvenes enamorados paseando por alguna de las calles de Madrid; la mujer llevaba el vestido que ahora tenía yo y; que como había supuesto parecía estar pensado para ella. El hombre de la foto era alto y robusto; iba también con un bonito traje y la miraba sonriendo embelesado. Di la vuelta a la foto y vi con una bonita caligrafía que alguien había escrito: `Querida Julia; no te preocupes por mí, la guerra acabará pronto. Espérame. Volveré y nos casaremos. Guarda esta foto y no te olvides de este día. Te quiere, Andrés. ´ Esos eran; así se llamaban los de la foto; Julia y Andrés. Llegué a la conclusión de que la foto se habría tomado antes de la Guerra Civil que sería a la que se referiría Andrés en el reverso. Viendo que no quedaba nada más en la caja, así que; con la intriga me fui a buscar algo para merendar y a esperar que María se levantara de su siesta para enseñarle lo que había encontrado. 

No pude parar de pensar en lo que había en aquella caja; la foto, el vestido, los zapatos…  ¿Habría vuelto Andrés cuando acabó la guerra? ¿Se habrían casado? ¿Seguirían vivos? ¿Qué hacía allí aquella caja? ¿Querrían recuperarla?

Por fin se despertó María y vino al salón. Le enseñé lo que había encontrado y empecé a contarle todas mis teorías: que Andrés había vuelto y se habían casado, que quizá aquella caja se perdió en una mudanza que hicieron al tener hijos… Me divertía especular y crear historias para romper con la monotonía de aquel momento, pero María me propuso hacer algo mucho mejor. 

  • Oye, ¿y si investigamos y tratamos de averiguar qué pasó? – me propuso
  • ¿Tú crees que es buena idea? Igual es una pérdida de tiempo; ósea inventar historias está bien, pero ¿de verdad crees que podríamos averiguar algo? ¿No estaríamos perdiendo el tiempo? – Contesté.
  • Nos quedan mínimo quince días más de cuarentena y no tenemos nada más interesante que hacer…
  • Tienes razón jaja hagámoslo – me animé.
  • De hecho, creo que hay otra caja como esa debajo de las maletas – me dijo María.

Fuimos otra vez al cuartito y encontramos la caja de la que hablaba María; dentro había más fotos, algún que otro libro, cuadros, dibujos y unas agendas. Cinco de las fotos eran de Andrés y Julia en distintas ocasiones; otras cinco fotos eran de Julia con lo que probablemente fuera su familia; si así fuera; los padres de Julia habrían tenido siete hijos y ella debía ser de los mayores. Dos de las diez fotos estaban tomadas en la calle Serrano de Madrid. Los cuadros y los dibujos; de una calidad impresionante estaban también firmados por Julia; pero no nos daban ninguna pista sobre ella ya que estaban firmados solo con el nombre; ni rastro del apellido. De las agendas fue de dónde realmente pudimos sacar mayor información; pasamos días enteros leyéndolas. Descubrimos que en la primera foto que habíamos encontrado Julia tenía dieciocho años y Andrés veinte; la foto se había tomado el 1 de abril de 1936; día en que habían decidido que iban a casarse. Supimos también que Julia era la segunda de siete hermanos; que vivía en el número 22 de la calle Serrano y que Andrés no debía vivir muy lejos. Leyendo los diarios pudimos conocer su historia a través de los ojos de Julia. Se habían conocido en una puesta de largo; de la que salió un buen grupo de amigos; enseguida empezaron a tener mayor confianza; escribirse carta…así hasta que el día en que llevaban tres años de novios Andrés le propuso matrimonio a Julia. El último diario; casualmente acababa el 25 de julio de 1936; unos días después de que Andrés se hubiera marchado para luchar en la Guerra Civil.

Cuando acabamos de leer los diarios, revisar las fotos, los cuadros y los dibujos de Julia; seguíamos sin tener su apellido ni el de Andrés. Pero María y yo no estábamos dispuestas a quedarnos con la intriga; queríamos como había acabado la historia; que había sido de ellos. Decidimos buscarlos; como no podíamos salir a la calle en ese momento; empezamos a buscar un millón de cosas en internet; listas de soldados fallecidos durante la guerra; bodas celebradas…Pero en internet no había nada. Tras este primer intento decidimos no seguir buscando; pero las preguntas seguían ahí; necesitábamos saber que había pasado. Y entonces fue cuando se me ocurrió; contacté a una amiga que vivía en ese momento en la calle Serrano; ella me dio el teléfono de un viejo conserje que quizá conociera al conserje que estuvo en el número 22 durante la guerra. Le llamé y tuve la suerte de que sí se acordaba de una tal `señorita Julita´; hija de los señores Garrido; me dijo que se mudaron en torno a 1950. Le pregunté si se acordaba del apellido de un hombre llamado Andrés; que iría a ver a la `señorita Julita´. También tuve la suerte de que se acordara; Andrés Medrano me dijo. Volví a buscar en internet poniendo los nombres; con Julia Garrido no salía nada, pero al poner Andrés Medrano sí. Salían muchas personas con ese nombre, pero solo dos encajaban con los datos del Andrés Medrano que yo buscaba. Me hice con el teléfono de contacto de ambos. El primero teléfono al que llamé resultó ser el teléfono de un monasterio; pregunté por si acaso, aunque fuera les sonaba el nombre. El monje que me había cogido la llamada me dijo que `el hermano Andrés´ había fallecido hacía varios años. Le di las gracias y deseé que `el hermano Andrés´ no fuera el Andrés que yo buscaba. Llamé al otro Andrés y me contestó un hombre que esperé fuera el que yo buscaba. 

  • ¿Si, dígame?  
  • Buenos días; me llamo Ana. ¿Es usted Andrés Medrano? – pregunté 
  • El mismo, dígame. 
  • Verá es que he encontrado unas cajas con objetos personales en mi casa y creo que igual usted puede ayudarme a devolvérselas a la dueña. ¿Conoce a una mujer llamada Julia Garrido?
  • Sí; la conozco; era mi madre. – Me dijo riendo. 
  • Vaya, siento su pérdida.  
  • Gracias, ¿Puedo ayudarla en algo?
  • Verá es que llevo tiempo buscándola; no sé cómo, pero en mi casa encontré unas cajas y todo apunta a que deben ser suyas. Si no le importa cuando pase todo esto de la cuarentena me gustaría ir a verlos y dársela; me parecería una pena que no pudieran recuperar objetos tan valiosos. – le dije.
  • Ah claro, y usted ha debido pensar que yo era mi padre; este es su teléfono, pero él ya murió hace años.  ¿Puede decirme que hay dentro de las cajas? – preguntó
  • Vaya, también lo siento. Unas agendas, unas fotos, cuadros, dibujos, unos zapatos y un vestido – contesté.
  • ¿Un vestido rojo de terciopelo? – volvió a preguntar intrigado
  • Ese es.
  • Genial; pues Ana si le parece estamos en contacto y cuando acabe todo esto nos vemos- y así lo acordamos. 

Pasados unos meses; cuando acabó la cuarentena; el día 10 de mayo; fui a conocer por fin a Andrés. Vivía en una casa de paredes blancas y tejado negro; grande y de un piso; a las afueras de Madrid, en el campo. Supe después que era la casa en que habían vivido sus padres y dónde él se crio. Le encontré en el jardín; rodeado de hortensias; debía de tener más o menos mi edad. Le di las cajas; les conté un poco cómo le había encontrado y pasé el resto de la tarde escuchando la historia de sus padres. Tras la guerra se habían casado; tuvieron tres hijos; Andrés era el mayor de todos y el único que vivía en Madrid. La tarde se pasó muy rápido escuchando la historia de Julia y de Andrés. No pudimos terminarla así que quedamos varias veces más y terminamos haciéndonos grandes amigos.

Y así Julia es como conocí a tu abuelo. ¿Qué te parece?

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