¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Esas eran las únicas preguntas que rondaban por mi cabeza, lo único que era capaz de pensar mientras veía como el barco se iba alejando lentamente con miles de soldados a bordo, escucho llorar a Freddie, pero no le hago caso, ahora soy yo la que sufre de verdad, es mucho lo que tengo que soportar, nunca he deseado tanto tener a mamá a mi lado para decirme que no pasa nada que todo irá bien, pero no, estoy sola… mi madre murió hace 2 años, en un día soleado de marzo (el único día soleado que nos ofreció Londres en todo el año), Dios eligió ese precioso día para llevarse a mi madre, Dios eligió ese día para llevarse a la persona que yo más quería en este mundo, “son los planes de Dios” me decía mi padre con lágrimas en los ojos, pero a mí nunca me han importado los planes de Dios… nunca he entendido la temprana muerte de mi madre y nunca la voy a entender. Cuando mi madre nos dejó nos quedamos Freddie y yo con mi padre en Londres, nuestra tristeza nunca desentonaba con los días grises de Londres, pero pronto llegó la alegría otra vez a nuestro hogar, la única razón de esto fue el carácter de mi padre, mi padre se llama Howard, es un señor de mediana edad alto y apuesto, tiene el pelo marrón y unos ojos azules que reflejan la paz y la bondad que vive en él, su constante alegría es la que hizo que Freddie y yo fuésemos felices otra vez. Pero mi padre se ha ido, el maldito Hitler ha hecho que mi padre se vaya, ahora por su culpa, me he convertido en madre a los 17 años.
Nos quedamos un rato más en la orilla hasta que ya no podemos visualizar el barco, la despedida ha sido dura, sobre todo para Freddie, solo tiene 7 años. Cojo de la mano a Freddie y nos vamos de camino a casa, a pesar de mi frustración dejo que Freddie me haga preguntas soy la única persona que le queda, no le puedo negar ese derecho.
- Holly, ¿le van a matar en la guerra? – me pregunta preocupado.
- No lo sé Freddie, nadie lo sabe – no soy capaz de mentirle, si le pasara algo a mi padre no sabría que decirle.
Papá se las ha arreglado para que no nos falte comida, le hago la cena a Freddie y le acuesto temprano, ha sido un día muy largo. Me quedo despierta esperando a Harry, me dijo que vendría a visitarme esta noche, es tan sensible, siempre sabe cómo actuar con las personas de acorde a su estado de ánimo. Harry es una de las razones por las que no me derrumbé cuando papá se alistó, es mi motivo para sonreír todos los días, llevamos casi un año saliendo y no me imagino una vida sin él. Afortunadamente, él no ha ido a la guerra por la cardiopatía que padece, no le dejaron alistarse.
Llaman a la puerta. Es él. Me pongo nerviosa, siempre me pasa lo mismo, nunca nos solemos reunir en mi casa, pero hoy es una ocasión especial. Abro la puerta y ahí esta él. Harry tiene ojos verdes y el pelo negro, llama bastante la atención, cuando empecé a salir con él las chicas me miraban con envidia pero que le voy a hacer.
En cuanto entra en mi salón me da un fuerte abrazo, de repente mis preocupaciones se esfuman, el peso que tengo por tener que educar a mi hermano que sigue en plena infancia, la incertidumbre al no saber que será de mi padre, de repente todo eso ya no existe.
- ¿Cómo estás? – me pregunta con una sonrisa separándose de mí.
- Estoy bien, pero no sé si estaré a la altura…. Ojalá estuviera mi madre aquí para guiarme, con ella sería todo mucho más fácil.
Nos sentamos en el sofá de mi salón y Harry me coge la mano bien fuerte.
- Tienes que confiar más en ti misma, yo sé que puedes, te conozco. Pero si necesitas un guía, yo se de alguien que ayuda sin pedir nada a cambio.
Solo con su mirada sé de lo que me habla, el mayor deseo de Harry es que yo confíe tanto en Dios como hace él, pero a mi la vida me ha dado muchos palos… si Dios me quisiera de verdad ahora mismo yo no estaría hablando con Harry sobre mis preocupaciones, se que existe, que está ahí pero mi orgullo me impide acercarme a él.
- Cuando te vas a rendir Harry… ya hemos hablado de esto – digo poniendo los ojos en blanco.
- Nunca – me responde con firmeza. Pídele ayuda y todo será más fácil.
Decido no responder para no empezar una discusión, pero tampoco es un tema del que me guste hablar. Nos quedamos un rato más hablando, se tiene que ir ya, Harry también tiene una familia con la que estar.
- Holly por favor intenta no salir de casa estos días, las cosas no están muy bien por la calle, los nazis vienen a por nosotros, cada vez veo más alemanes.
- Pero ¿que se supone que voy a hacer con Freddie todos los días metida en casa? – le reprocho frustrada.
- Algo se te ocurrirá, hazme el favor – me dice dándome un beso en la mejilla.
Finalmente se va y me deja ahí sola, sin saber que hacer. Me meto en la cama y decido hacer caso a Harry, le pido ayuda a Dios para afrontar lo que viene, y le pido por mi padre, le pido que no se lo lleve como hizo con mi madre.
Pasan los meses y siento que Dios me ayuda, los días pasan rápido y Freddie y yo siempre tenemos cosas que hacer (aun estando encerrados en casa), sino estamos jugando a las cartas, viene la institutriz a darnos clase o sino estamos leyendo, tenemos nuestros enfados o nuestros días de tristeza pero siento que Freddie con esto se está haciendo cada vez mas fuerte, se esta portando como un niño mayor, apenas le tengo que regañar… Harry se pasa todas las semanas a vernos y de papá recibimos pocas cartas, pero afortunadamente todas con buenas noticias por ahora… ya no me siento sola en estas circunstancias, mi actitud y mi manera de ver la vida han cambiado, radicalmente.
Hasta que recibimos esa estúpida carta, papá esta gravemente herido… cuando leemos la carta Freddie no para de llorar, para él su padre ya está muerto, le escucho llorar todas las noches, para mí mi mayor consuelo es Harry, lloro sobre su hombro todo lo que hace falta, lo suelto todo… No sabemos que va a ser de nosotros, no recibimos mas cartas de él, damos por hecho que ya no le volveremos a ver. En mi casa, reina un estado de angustia horrible que se suma al no poder salir de casa para desfogar, Freddie y yo apenas hablamos hay una tensión continua entre nosotros…
Una noche escucho ruidos por la casa, miro el reloj son las 6 de la mañana, el miedo empieza a correr por mis venas, tengo que ir al salón para ver que pasa… me acerco sigilosamente y enciendo la lámpara, me encuentro a un soldado lleno de vendas por todo el cuerpo, no le reconozco, no le veo bien. Pronuncia mi nombre con dulzura como a punto de llorar y de repente lo veo, reconozco la paz y la calma en sus ojos azules llenos de lágrimas, es él es mi padre, me acerco corriendo a darle un abrazo mientras lloro desconsoladamente, su aspecto no es el mejor pero lo que se es que esta aquí conmigo… ¿Qué más puedo pedir?
A veces somos nosotros mismos los que nos ponemos los limites de lo que podemos llegar a alcanzar, porque no nos damos cuenta de que contamos con la ayuda de gente que nos quiere de verdad, gracias al amor las personas somos capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos y conseguir llegar a lo mas alto. Sin el amor no yo hubiera sido capaz de llevar esta cruz de la manera que lo hice.