Cuando todas las historias se acaban.
Y estabamos ahi sentados, once desconocidos, compartiendo historias, sabiendo que ese seria nuestro ultimo dia juntos.
Todo comenzó aquel 12 de marzo a las tres y media, lo recuerdo como si fuese ayer. Yo estaba sentada en las escaleras que bajaban el hotel pensando en mi familia y en como un virus podría haberse convertido en cuestión de días en una pandemia mundial, esperando a que me llamara mi agencia de viajes, ya que hacía unos minutos me habían dicho que había habido un problema con mi vuelo. Me llamaron y me dijeron una serie de motivos, que nunca llegue, ni he llegado a entender muy bien del todo, por los que mi vuelo junto al de ocho personas había sido cancelado. Colgué, no me lo podia creer, despues de todo el tiempo que había pasado fuera, ahora me tendria que quedar un mes mas sin ver a mi familia, que tanto echaba de menos. Les llame y se lo comunique, como era de esperar todos se pusieron muy tristes, y me dijeron que por favor tuviera cuidado de no enfermar. Después de unas horas muy intensas hablando con muchos familiares y amigos sobre mi mala suerte me decidí dar un baño en la piscina del hotel, ya que en St. Petersburgo todavía hacía buen tiempo. Digo todavía porque nada más despertar al dia siguiente, vi que el tiempo había cambiado por completo, llovía a cántaros, al instante alguien llamó a la puerta y yo con un sobresalto abrí. Apareció un señor alto, con pelo gris , muy delgaducho por la puerta, tarde varios segundos en reaccionar hasta que recordé que era el portero del hotel. Me dijo simplemente que habían cerrado el hotel y que a partir de ese día (por la pandemia) nadie podría ni entrar ni salir hasta nuevo aviso. Me quedé mirando por la ventana seguía sin poder dejar de pensar en mi familia, esta situación se salía de mis esquemas, yo siempre había sido una persona muy organizada y meticulosa y cualquier cosa que se saliera de mis planes lo llevaba muy mal. Pero, finalmente, me decidí por por dejar de pensar tanto y bajar a desayunar. Mientras cogia lo poco que quedaba de desayuno me di cuenta de que no solo había ocho personas, que como yo habían perdido el último vuelo si no que también estaban el portero del hotel y otro hombre, alto y robusto, que por aquel bigote inconfundible reconocí que era el cocinero. Comencé a desayunar, y nada más yo sentarme, se sentó un señor con su desayuno a mi lado. Empezamos a conversar sobre todo lo sucedido y la mala suerte que habíamos tenido, (en realidad era yo la unica que me quejaba). El me contó su situación con su mujer y cómo estos sucesos le había perjudicado mucho más que a mi. Me sentí un poco mal por haberme quejado tanto pero pasaron unos minutos de conversación y ya comenzamos a hablar de otra cosa. Durante todo el día nos pasamos todas las personas del hotel hablando, conociéndonos y viendo las cosas que teníamos en común y nuestras discrepancias. Pasados unos dia ya les podía considerar amigos. Una noche, sentados, como ya hacíamos todas las noches alrededor de una gran chimenea que recuerdo a la perfección, yo les conté que acababa de hablar con mi familia y que todos estaban bien, pero que les echaba mucho de menos y que quería volver con ellos en cuanto se diera la oportunidad. Cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que todos estaban bastante callados, les pregunté que qué les pasaba y de repente todos se abrieron, recuerdo aquel momento como mágico y triste. Todos empezaron a contar sus situaciones familiares y sus problemas, hasta el robusto y sonriente cocinero Tom se abrió y nos contó que él no había podido salir del hotel porque si no su jefe le iba a despedir. Tras largas horas de conversación nos dimos un abrazo y nos fuimos a dormir. A mi me costó, no dejaba de pensar sobre mi larga carrera profesional como psicóloga y lo mal que estaba afrontando esta situación en comparación con mis compañeros que encima estaban en peores circunstancias. Desde aquel momento decidí dejar de pensar en mí y empezar a ayudar a todos con lo que necesitaran. Pasaban los días y todo iba mejorando cada vez se iba aceptando más la situación y empezaban a aparecer sonrisas en los rostros de todos. Recuerdo estar un dia jugando a las cartas con Stanish, un médico jubilado que desde el primer día había sido el más reservado. Tras unas cuantas partidas en las que yo había ganado, se enfado conmigo y se fue. Apareció a la hora de la cena y tras pedirme perdón, se hizo rutina jugar a las cartas todos los días después de trabajar. Pasaron los días y, sin darme cuenta ya había pasado un mes. Estábamos allí, sentados, en esa última noche mágica que recuerdo a la perfección conversando, pasandonos los contactos, y como no, disfrutando de una riquísima tarta, de la que tanto nos había hablado Tom, que por la ocasión había cocinado. Y supe que todas esas noches todas esas historias todos esos momentos inolvidables se acababan ahí, esa situación que al principio me había parecido imposible de sobrellevar, me había hecho crecer como persona y no solo eso, me había cambiado por dentro . Pero como todo lo bueno, se acaba, para que lleguen otros mejores buenos momentos . Al día siguiente entre risa y lágrima nos despedimos. Llegue a mi casa, la ilusión de vera mis familiares era infinita les di un gran abrazo y pasamos los siguientes días juntos.
Nada más volver a la rutina, me di cuenta de que como persona había cambiado. Ya no era esa persona centrada en sí misma que, aun siendo psicóloga, o justo por eso, nunca había pensado en cambiar mi conducta de cómo ver la vida. Empecé a valorar los pequeños momentos, los detalles, la compañía, de la que me di cuenta que un ser humano no puede prescindir, las cervezas con amigas, mi casa, todo. Y puse a mi familia como centro de mi vida. Me di cuenta que había estado viviendo empujada por la inercia de la vida, dando importancia a muchas cosas que no la tenían y lo peor sin ser feliz. Hoy dia 27 de marzo de 2022, dos años después de aquel mes que sigo sin olvidar, afirmo que soy feliz, que la felicidad en la vida depende únicamente de ti y de cómo miras a la vida.