Cuéntame una historia #1: la esperanza del ayer

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Cuando ya había perdido prácticamente todas mis esperanzas, revisé el correo de nuevo y ahí estaba: me habían convocado para exponer mi experiencia profesional en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. Después de toda una vida dedicada a sacar este proyecto adelante, lo había conseguido, tendría la oportunidad de contarle al mundo un cuento, una historia nueva antes jamás contada.

Ya preparada salí por la puerta, dejé a los niños en el colegio y me dirigí al centro de la ciudad, para comenzar la conferencia.

“Señoras y señores, bienvenidos una vez más a la Feria Anual de Emprendedores de la Comunidad de Madrid. Este año, 2071, cumplimos diez años, por lo que estamos de celebración. Daremos comienzo a este día presentando a nuestros ponentes. Estos tres afortunados tendrán la oportunidad de mostrar a las empresas más prestigiosas de Europa su talento ingenioso y su maravilloso potencial para poder obtener su patrocinación y ayuda”

Después de esta breve introducción se subió al escenario el primer ponente, que presentaba el nuevo tren aéreo que podría alcanzar velocidades infinitas y podríamos llegar en menos de media hora al otro lado del mundo. Luego, el segundo, que mostraba al público nuevas formas de energía renovable que podrían incluso cerrar el agujero de la capa de ozono. Por último, era mi turno:

“Para terminar este día, demos la bienvenida a Blanca Vivas Fernández, un fuerte aplauso para ella”

Me dispuse a subir al escenario más nerviosa que nunca, pero consciente de tener una oportunidad única para hablar al mundo y convencerlo.

“Buenos días, muchísimas gracias por venir, es un placer estar aquí con vosotros este 19 de marzo. Comenzaré de una forma inusual, ya que verdaderamente mi proyecto es mucho más sencillo de explicar, no soy tan ingeniosa como mis compañeros, a los que les doy mis más sinceras felicitaciones porque sin duda sus ideas son magníficas. Yo vengo a contaros un cuento que, como  madre que soy, se me da mucho mejor.” En este momento me centré en la historia y todo lo demás se evadió como en un sueño.

“Era junio de 2019, Gabriel estaba estudiando como de costumbre, encerrado en su habitación, terminando su penúltimo año de medicina: quería ser cirujano cardiovascular. Desde pequeño se le había dado bien estar con los demás, sobre todo cuidarles. Sin embargo, cuando parecía que la vida solo le regala buenos momentos, un cambio radical en el mundo alteró esta vida que de momento era perfecta. El 2 de diciembre de ese año, su madre entró deprisa en su habitación, bastante preocupada y le dijo:

-Gabriel, mira esta noticia, ¿es verdad esto?

Gabriel, que andaba repasando unos apuntes, estaba totalmente desconcertado, leyó la noticia y tranquilamente le dijo a su madre que, si la gente en un país se había puesto enferma, normalmente no había nada por lo que preocuparse porque sería una enfermedad puntual. Le dijo muy tranquilo que los coronavirus eran como una gripe y que no se preocupara tanto. Pero, ay… ¡qué inocente era!

Dos meses después, el virus ya había acabado con un elevado número de personas en el mundo y en Europa su expansión solo había comenzado. Él sabía que la mortalidad no era muy alta, pero poco a poco se fue dando cuenta de la realidad: su contagio era masivo.

Querido público, probablemente, esta historia os resulte familiar, e incluso, algunos hayáis pasado por este acontecimiento histórico, que sin duda fue un auténtico reto para los que estaban allí presentes. También es probable que la historia de Gabriel aún no la conocierais, puede que hayáis oído alguna parecida, pero ninguna como esta:

Después de la rápida expansión del virus, la vida de nuestro personaje dio un vuelco total. Cuando podía tocar su meta estudiantil con la punta de los dedos, se le había escapado de las manos, probablemente no podría acabar ese año la carrera de médico, para la que tanto se había preparado. Pero, a Gabriel poco le importaba esta situación, él sabía que lo de menos era su carrera, lo que le importaba era encontrar una solución a esta pandemia que no cesaba de atacar al mundo.  Llegó marzo, y el gobierno de nuestro país decretó el estado de alarma, la situación solo empeoraba. Gabriel junto con miles de aspirantes a médicos, fue reclutado para atender a algunos de los afectados por el virus, aunque, lo que parecía un sueño, el de ser auténticos médicos, se convirtió en una auténtica pesadilla, al menos para Gabriel.

-Gabriel, a usted le hemos asignado un puesto especial, sabemos que su especialidad es cirugía y que no va a poder demostrarnos esta habilidad; pero confiamos en usted para trabajar con los enfermeros, revisará a todos los pacientes de las salas 4 y 5 de la UCI todos los días; pero usted como ya le he dicho tendrá una labor especial, porque al parecer según algunas fuentes sus decisiones brillan por su astucia. Al final del día, tendrá que decidir cuántos pacientes permanecerán en la UCI, porque no hay camas para todos.

Podrán imaginarse la sensación de angustia que sufrió Gabriel cuando le dijeron que iba a ser el “juez” de los pacientes y que, además, él decidiría al merecedor de la cama en la UCI al final del día. 

Aquel día, cuando llegó al garaje de su casa, donde le habían preparado una habitación para evitar contagios entre los suyos, se tumbó en la cama y una lágrima rodó por su mejilla. No estaba preparado para esto, en realidad, nadie lo estaba, no podía saber quién merecía vivir y quién no, no era ningún dios, para él no era nadie. Entonces miró al cielo, bueno al techo, recibió fuerzas y se levantó de la cama, se duchó, cenó y se acostó, para ir al día siguiente al frente de la batalla.

Pasaban los días y Gabriel cada vez dormía menos y trabajaba más, conoció a mucha gente a través de su traje a prueba de todo, hombres, mujeres, niños, ancianos… Todos le miraban con esperanzas de salir adelante, pero aquello era la UCI, y muchos de ellos se iban por sí mismos antes de que nadie decidiera nada, la situación era realmente dura. Cada día intentaba que todas las personas de las salas 4 y 5, permanecieran en ellas, al menos hasta que estuvieran lo suficientemente bien como para poder recuperarse en una cama normal.

De repente, un día, la saturación en el hospital era total, Gabriel tuvo que hacer un gran esfuerzo para elegir a ciertas personas y al final del día le dejaron hacer un breve descanso. Estaba en la puerta de urgencias de su hospital, contemplándolo todo, sentado en uno de los bancos de la entrada, cuando llegó una ambulancia. De ella salieron cuatro médicos tapados de pies a cabeza con sus trajes especiales y sacaron, entre todos, una camilla. En ella había una chica quizás un poco más joven que Gabriel, estaba muy pálida, apenas podía respirar y se la llevaron al interior del edificio muy rápido. Dos minutos después salieron a buscar a Gabriel y le dijeron que tenía que tomar nuevas decisiones en la unidad de cuidados intensivos. 

Al llegar, vio a la chica de la ambulancia en la puerta, estaba claro que se estaba ahogando, apresuradamente fue a coger oxígeno y una vía, y con delicadeza se lo colocó en el brazo. De momento, la llevó a una sala de hospitalización normal, y le hizo la revisión general para confirmar su estado.

-¿Cómo te llamas? Preguntó Gabriel, para empezar a completar la tabla de datos.

-Catalina.

Se dispuso a rellenar todo, a hacer un chequeo habitual cuando ella comenzó a hablar, casi en susurros, no le quedaban muchas fuerzas:

-No hace falta que me lleves a esa sala, hay… hay gente mucho peor que yo y… creo que puedo aguantar, se lo prometo.

– Catalina, tengo que llevarte porque no estás fuerte de momento, dependiendo de cómo mejores te dejaré marchar o no. Pero gracias por tu optimismo, sé que vas a aguantar.

Desde que Gabriel la vio entrar en el hospital sabía que esa chica tenía algo de especial, no estaba histérica, no tenía miedo, su estado era bastante grave pero aun así estaba cediendo su cama de UCI. Le costó entender la situación y se prometió así mismo que iba a lograr que se curase, que no iba a jugársela porque, aunque era joven parecía frágil y, gracias a ella tuvo más ganas de luchar y de seguir curando.

Pasaron los días y la situación de Catalina, o Cata como empezó a llamarla él, no parecía mejorar. Por las mañanas se encontraba mejor e incluso conseguían darla de comer, pero por las noches el dolor que ella sentía era indescriptible y su respiración seguía siendo asistida, era un caso muy difícil. Ese día entraban en la peor semana de la pandemia en España, y desgraciadamente la decisión más difícil que había tomado Gabriel en toda su vida tuvo lugar en esa semana. 

Querido público, ¿qué creéis que pasó? Cuando nuestro héroe no daba crédito a las órdenes que le daban, sin mucho éxito intentó que todos los miembros de la UCI, como siempre, se quedaran en ella, pero había gente muy grave que necesitaba entrar. Necesitaban cinco camas libres y una de las candidatas a ser desenchufada era Cata. Gabriel subió un segundo al piso de arriba para ver cuántas habitaciones normales libres había: ninguna. Empezó a bloquearse, no sabía qué hacer, no quería ser el responsable de esa decisión, no sabía qué sería lo correcto, todos merecían quedarse, pero no podía contemplar esa opción. Además, era un hombre, una persona, con corazón y sentimientos y, se había dado cuenta de que quería a Catalina, pero tenía que dejar ese sentimiento a un lado y decidir. Finalmente la desenchufó.

Gabriel cogió a la débil Catalina y la llevó muy rápido a una ambulancia, se fue a un hospital de campaña nuevo y allí pudo curarse. La fue a ver todos los días sin excepción y, cuando se recuperó, supo que todo lo que había vivido había merecido la pena.

Gabriel y Catalina eran mis padres. Ellos me enseñaron que con amor todo era posible, pero sobretodo me enseñaron a valorar a todos y todo lo que tenía: a mis hermanos, a ellos, mis estudios, mi vida, a mí misma y principalmente a los demás. 

Gracias a ellos surgió mi proyecto: el estudio exhaustivo anual de posibles y futuras epidemias, el estudio de planes de acción contra ellas y la creación de un hospital con grandes capacidades y únicamente empleado para emergencias. Este proyecto no es para agobiarse, es para pensar, es para saber que nada está garantizado, que puedes perderlo todo en cualquier momento, todo menos el amor, la fe, la esperanza y la libertad. Es un homenaje a aquellos que sufrieron tanto en aquel año 2020, esto es por mis padres, por los médicos, enfermeros, policías, familias, comerciantes, transportistas… Es por todas las víctimas de la mayor pandemia que ha existido jamás.

Por eso hoy, 19 de marzo de 2071, felicidades papá, gracias por haberme enseñado todo lo que sé, gracias por salvar a mamá, gracias por salvarme a mí. Gracias por haberme querido siempre, este proyecto te lo dedico estés donde estés, porque tú, sin saber dónde estaba yo, en ese momento me dedicaste toda tu vida porque salvando a Catalina me salvaste a mí y a toda la familia.

¡Muchas gracias!”

Después de contar la historia de mis padres, baje del escenario pletórica, mi emoción era fácilmente perceptible y en mi cara se dibujaba la sonrisa más grande que he tenido nunca. A partir de ese momento, conseguí iniciar una campaña de concienciación mundial, para que las futuras generaciones no sufrieran lo mismo que mis padres y muchos otros.

Por eso, hombre o mujer de cualquier generación, si estás leyendo esto, es porque te necesitamos, necesitamos tu ayuda para que el mundo no se rinda nunca y para dejar huella allá por donde pises, como hicieron Gabriel, Catalina y Blanca.

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