Todo eran máquinas, ¿qué estaba pasando?, la gente ya no se veía capaz de ejercer su trabajo ni tenían ganas de nada, se había producido un cambio en sus mentes casi inexplicable. Y digo casi porque a pesar de que la gran mayoría de la población ya no tiene el poder de pensar por sí mismos, confío en que yo aún conservo mi esencia, aún soy capaz de controlar mis pensamientos, o eso creo. Y en el caso de que no fuese así se que soy la única que trata de encontrar una explicación a la situación actual, y si puede que me estén controlando ahora mismo y plasme en este diario lo que ellos quieren que cuente, pero al menos me queda iniciativa para contar algo.
El caos comenzó el 1 de diciembre de 2019, las luces del laboratorio de Wuhan comenzaron a parpadear inexplicablemente. De pronto sonó un estadillo, y una gran bomba de un humo se abalanzó sobre los 50 científicos que se encontraban en la gris y mugrienta sala de pruebas. El Covid-19 estaba listo. Quién sabe que tipo de utensilios habrán utilizado para su elaboración, pero es probable que nada bueno. El maestro y profesor de la operación mandó a su hombre de confianza y mano derecha la labor de implantarlo en el primer ser humano. Y así fue como comenzó una de las pandemias mundiales más catastróficas de todo el mundo, pero no se trataba de una enfermedad que afectase al cuerpo humano como todos pensaban, sino de una enfermedad puramente mental.
1 de enero de 2020, los fuegos artificiales inundaban de felicidad y celebraciones la Puerta del Sol de Madrid. Los amigos se abrazaban, las parejas se besaban, todo parecía un sueño. El gobierno quiso hacer que lo pareciese y pintó de colores el temible desastre que se acercaba a España tan rápido e inesperado como una nube gris aparece en un día soleado.
31 de enero de 2020, tan solo un mes después el virus se había propagado por todo Italia.
15 de marzo de 2020, empieza el estado de alarma a causa del coronavirus en mi país, España.
Después de ver todos estos sucesos pasar yo pensé porque el gobierno italiano y español no tomó medidas antes, sabiendo lo que iba a venir. Fue una pregunta que me dejó despierta muchas noches y no llegaba a comprender del todo. No tenía ningún sentido, ¿por qué no se tomaron medidas previamente cuando contábamos con conocimientos sobre lo que estaba por llegar?
Pasados los primeros días de cuarentena note una conducta un tanto peculiar por parte de algunos miembros de mi familia. Yo siempre he sido una niña que no le ha gustado ver la televisión ni usar mucho el teléfono, prefería dedicarme a leer ya que me parecía más divertido. Podría decirse que vivo en mi mundo y la mayoría de las veces estoy en las nubes. Pero a mi familia le gustaba ver la televisión y mantenerse informados del caso, cosa que debo admitir que es normal.
21 de marzo, el cuarto día de cuarentena me empecé a preocupar. Mi hermana Laura siempre ha sido una persona llena de energía y con una vitalidad increíble, además de tener una gran capacidad para desarrollar ideas y desmantelar los argumentos y opiniones de otras personas. Pues bien, ese mismo día estábamos viendo un debate sobre si se debería mantener a los animales en cautividad para protegerlos o si eso sería no dejarles disfrutar de su libertad. A nosotras nos encanta ver ese tipo de cosas y comentarlas, pero ese día no fue así. Yo le pedía opiniones sobre que pensaba ella al respecto y tan solo asentía a lo que decían los comentaristas del debate. Fue muy extraño, pero tampoco le di mucha importancia en aquel momento.
22 de marzo, parecía un domingo cualquiera. Los domingos suele haber comida especial en casa y todos ayudamos a mi madre a cocinar la pasta al pesto que tanto nos gusta. Mi hermano cuece la pasta, mi padre prepara la mesa, mis hermanas recogen la cocina y yo hago la salsa. Ese día me dirigí a la cocina preparada para ponerme manos a la obra cuando de repente encuentro a toda mi familia en frente de la televisión sentados. Parecía que estaban hipnotizados. No daba crédito a lo que veían mis ojos. En sus caras se podía ver cansancio y vulnerabilidad. Estaban viendo las noticias otra vez. Eran las mismas que veía la gente en cualquier parte del mundo porque las noticias nacionales se habían dejado de transmitir ya que la pandemia se había convertido en un problema global, de esa manera la gente se podía mantener informada de lo que pasaba en todo el mundo. Les pregunte que cuando íbamos a comer, pero ninguno de ellos me contestaba. Me puse a mirar la televisión a ver si había pasado algo grave pero solo salía un hombre chino hablando todo el tiempo sobre la vacuna. Tan solo repetía y repetía lo necesario que iba a ser vacunarse del virus una vez encontrasen la cura. Seguí escuchándole para ver si decía algo más, pero nada. De repente trate de dejar de mirar, pero no podía, era una sensación horrible como si dejase de tener el dominio sobre mi cuerpo. Al fin conseguí dejar de mirar cuando conseguí mirar al reloj de salón que se veía reflejado en la pantalla. Me di cuenta de que había subido a las 2 para hacer la salsa y eran las 3. Me había pasado una hora mirando a la televisión y parecía que había sido un minuto. Yo deje de mirar a la pantalla, pero mi familia permaneció ahí petrificada.
Día 23 de marzo, mi padre rompe un plato en medio de la cena apropósito, nadie se inmuta, seguimos en silencio.
Día 24 de marzo, no entiendo que está pasando. Mi familia no duerme, se queda mirando las noticias, que siguen consistiendo en el hombre hablando de la vacuna. ¿Qué está ocurriendo? Ese día sentí una sensación de soledad que invadió mi cuerpo completamente. Mi familia ya no era como antes. No eran ellos estaba segura, algo estaba ocurriendo debido a esa dichosa televisión.
Día 1 de abril, los expertos dicen que han encontrado la cura. Salimos a la calle por primera vez tras un mes. Todo parecía distinto, la ciudad de Madrid se había vuelto gris completamente. Las flores habían desaparecido, al igual que la mayoría de los árboles. Toda la población hacía colas para recibir la vacuna lo antes posible. Me encontraba en la cola con mi familia, hasta que recordé que ya no lo eran. Tenía que conseguir saber que estaba pasando de alguna manera. Tenía que recuperarlos.
Me salí de la cola sigilosamente y me dirigí hacia el laboratorio de Madrid, quizás allí podría encontrar respuestas. Como el transporte público no seguía en funcionamiento y no podía dejar que nadie me viese fui a mi casa que estaba a 5 minutos andando del hospital donde estaban inyectando las vacunas y cogí mi vieja bicicleta de cuando era pequeña. Atravesé un bosque que era un atajo para llegar antes sin ser vista y tras media hora llegué. Tuve que saltar una valla para esquivar a los numerosos guardias y al fin conseguí entrar. Había mucho silencio, y todo estaba completamente oscuro. No sabía que hacer. Comencé a alargar los brazos intentando tocar algo de lo había a mi alrededor. De pronto toque una cosa fría y dura. Seguí investigando con mi brazo para ver de que se trataba. Toqué lo que parecía una pelota circular también fría, de pronto vi dos luces azules que me estaban mirando en la oscuridad. Y dos y tres y cuatro hasta convertirse en lo que podían ser mil pares de luces azules. Todas se dirigían hacía y comenzaron a rodearme. Estaba empezando a sentir una mezcla entre miedo y ansiedad. De pronto sonó una alarma. Se encendieron las luces y pude ver de que se trataban esos ojos azules, eran robots con una forma idéntica a la de los humanos, y había uno idéntico a mi, otro a mi abuela, otro a mi madre y podría seguir así hasta nombrar a toda la gente que me conocía. Empecé a investigar la sala y fue cuando encontré todos los archivos pertenecientes al caso del coronavirus y vi como se había creado a propósito el COVID-19 como he contado al principio. Descubrí todo su plan, tras el virus conseguir que todo el mundo se quede en sus casas y transmitir por la tele un discurso hipnotizante que haga que la gente deje de pensar y meterles en la cabeza que deben de ponerse la vacuna lo antes posible. El virus es falso, en verdad no había nadie enfermo el verdadero virus que habían creado ellos era la vacuna, y sabían que la única forma de que la gente se dejase inyectar algo era transmitiendo miedo con una epidemia falsa. La verdadera vendría después con la supuesta vacuna con la que conseguirían anular por completo la mente de las personas y así remplazarlas por robots que no supongan gastos. De esa manera los presidentes de cada gobierno que estaban al corriente de este plan podrían tener todo el dinero del mundo en sus manos y a los robots como sus esclavos que irían introduciendo poco a poco en la sociedad y la gente no se percataría porque su mente ya habría sido anulada.
Tras sonar esa alarma estoy secuestrada en una habitación muy pequeña. No se que me va a pasar, pero solo espero que alguien encuentre este diario y pueda parar esto y ayudar a la humanidad.
Estamos en tus manos.